jueves, julio 23

3 Sol oscurecido

Abrí los ojos... Me dolía todo, incluso partes de mí cuerpo que nunca antes noté.

En un principio solo veía sombras que se alzaban al cielo ante mí, no lograba reconocer el lugar. Y notaba frío, aire que cruzaba todo rincón de calor en mí.

La luz del sol fue abriendo mis pupilas, hasta que pude percatarme de un color: verde.

- ¡¿Dónde estoy?! – me esforcé por gritar, sin respuesta alguna.

Los nervios se apoderaban de mí, y estaba helada de frío.

Definitivamente no sabía que lugar era aquel...

Me encontraba en medio de lo que parecía ser un bosque, rodeada de infinitos árboles elevándose al cielo, quizá producido por estar en el suelo...

El sol que en un principio me cegó, ahora quedaba tapado por esas nubes verdes.

Tras mirar a mí alrededor y examinarme a mi misma, ví de donde procedía ese dolor punzante que sumergía mi cuerpo; estaba llena de cortes, aun por cicatrizar.

Sin embargo notaba una sensación extraña en el cuello, como si tuviera algo adherido a el. Llevé mi mano al cuello y me dolió al rozarme la piel, al retirarla de inmediato era...

- Aaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!

Me levanté de un salto y empecé a correr, sin saber en que dirección debía ir.

Estaba medio mareada, desconcertada, desorientada... Tenía todo el cuerpo adormecido, llenó de contusiones que ahora notaba por entrar en calor.

No sabía como había llegado hasta allí, ni que lugar era ese, ni como volvería a casa, ni que haría al cabo de diez minutos de correr y no encontrar nada.

Sentía que desfallecería dentro de poco y notaba como... como se me habría la herida del cuello y volvía a sangrar.

Seguí corriendo, perdiendo el compás de mi respiración.

Sin darme cuenta iba aflojando el ritmo, y mí tez se volvía más blanca de lo que ya era. No había encontrado nada, y el sudor frío se apoderaba de mi.

Duró hasta que intenté inhalar aire, y no pude.

Caí rendida ya a la vida, a mis recuerdos, a mis esperanzas, a todo lo que antes brillaba.

Tendida en el suelo, notando la tierra húmeda en mi rostro, observaba lo que iba a ser mi último recuerdo después de la cadencia; una sombra ante mi...

- ¿Quien... – no pude acabar.

Antes de perder el conocimiento noté como el suelo se desvanecía debajo de mi, y como mi cabeza caía hacía abajo pesándome mucho. Mis brazos quedaron colgando al igual que mis piernas, mientras algo me sujetaba por debajo, y noté calor a un costado...

Desconozco el tiempo que pasó.

Empecé a embriagarme de calor y de una sensación de comodidad, todo al contrario de la última vez que desperté.

Abrí los ojos, de nuevo. Ahora el entorno era completamente distinto. Estaba cubierta con una manta muy agradable al tacto, que rozaba con mi mejilla, tumbada en una butaca que parecía antigua por las grietas en la piel.

Ante mi la única luz de la sala a oscuras; una chimenea encendida con las llamas a medio apagar.

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